Entre la década de los 80 y 2010, el crecimiento del comercio mundial era el doble del crecimiento del producto mundial y las inversiones extranjeras aumentaban a un ritmo muy superior al comercio y la producción. Pero a partir de 2010, estos ritmos se frenaron, lo que llevó a algunos a hablar de desglobalización o globalización ‘enlentecida’; y ahora, con la pandemia, a este análisis de datos, se le han añadido nuevos interrogantes y factores de debate, que para Albert Puig director del Máster Universitario en Análisis del Entorno Económico de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), confirman cuánto ha cambiado el panorama de globalización.
La pandemia ha hecho evidente que los sistemas de producción y comercio están desequilibrados y son completamente asimétricos, pues vivimos en un mundo interconectado, en el que el aumento de la demanda de un producto o una materia prima tienen un impacto global.
¿La globalización está en crisis o los problemas que hemos vivido están causados de forma coyuntural por la pandemia?
Para Nieves Agreda, Subdirectora en Cámara de Comercio, Industria y Servicios de Zaragoza, la globalización no está en crisis porque ni podemos, ni debemos, renunciar a ella. Vivimos, eso sí, una transición hacia un nuevo modelo, algo que empezó a debatirse con la crisis de 2008 y lo ha incentivado la Covid-19 por el cierre de la actividad productiva en muchos países y la carencia en el aprovisionamiento de materias primas y productos que necesita la industria.
Acortar las cadenas globales
El funcionamiento de las cadenas globales de valor se basaba en el just in time: necesitabas algo y rápidamente lo tenías. Antes del Covid ya se estaban acortando estas cadenas, pero la pandemia ha provocado una crisis de suministros y ha roto el just in time. “También hemos vuelto a hablar de sectores estratégicos. Tenemos la percepción de que no puede ser que necesitemos mascarillas, por ejemplo, y no las tengamos. Todo ello ha hecho que pasemos del just in time al just in case: vamos a producir por si acaso lo necesitamos” explica Puig.
¿Están preparadas las empresas para un nuevo cambio después del esfuerzo tan grande de deslocalización que han realizado?
Lo vivido este año ha despertado inquietud hacia el comercio internacional y sus riesgos. Según Agreda, antes de la pandemia ya habían empezado a producirse relocalizaciones y la vuelta de la producción a territorios más próximos. Las cadenas van a ser cada vez menos globales para acercar los suministros en la medida de lo posible, ya que los planes de las empresas se han visto muy trastocados por los problemas con las materias primas y las fluctuaciones de precio, como ocurrió con el cobre, el hierro, el acero, la madera, los plásticos, etcétera.
El modelo de la globalización se basaba en la eficiencia y la competitividad, y ahora hay que ir un paso más allá. Pues, se ha comenzado a valorar el éxito de los países en función del comercio, las exportaciones o las inversiones directas, comenzando a ver el comercio o las inversiones, como palancas de transformación y cambio, en donde el factor precio ya no es el único criterio que se tiene en cuenta al tomar decisiones, tanto por parte de pymes como de grandes empresas, pues la sostenibilidad, las políticas de igualdad o la responsabilidad social, cada vez se tiene más en cuenta, y eso ocurre en toda la cadena, porque hay que demostrar que estos valores se respetan en cada eslabón.
Necesitamos orden en la globalización
Durante 30 años la globalización se basó en la frase: La mejor política industrial es no hacer política industrial, y ahora eso está en tela de juicio. “Después de 30 años de globalización desordenada, interesa poner un poco de orden y coordinar mejor los procesos. Hay que dejar que las empresas compitan entre sí, pero también que los poderes públicos cooperen y se coordinen porque, frente a los retos globales, no tenemos una gobernanza global y hasta ahora esa tarea ha estado en manos de poderes privados y grandes multinacionales. Si no lo remediamos, el resultado será otra recesión y una mayor desigualdad” explicó el profesor de la UOC.
Protegerse de China
Reducir la dependencia de China, según Puig, supone algunos riesgos. Porque puede convertir la globalización en un conjunto de unidades muy cerradas, que se relacionan poco y actúa cada una por su parte. Hay posibilidad incluso de desembocar en toda una serie de guerras comerciales. “Se debe apostar por un multilateralismo diferente y por utilizar el comercio como una herramienta para la convergencia productiva a nivel mundial” concluye Puig.
A lo que Agreda añade “Cuando la gran fábrica china se pone en marcha, el resto empezamos a padecer escasez de materias primas. Además, China fue el primer país en sufrir la pandemia pero también el primero en reabrir su industria, y se produjo un acaparamiento de bienes productivos por su parte”. Por ello, en algunos casos, sí habría que desarrollar políticas industriales que garanticen el funcionamiento de la industria con decisiones e inversiones que van más allá de los Estados.
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