El inicio del 2020 ha sido muy turbulento en el ámbito sanitario. Antes que terminara el año pasado, la fiebre africana porcina devastó más del 40% del hato porcino de China y unos meses después inició una pandemia desconocida hasta ese momento, la cual fue nombrada Coronavirus o COVID 19.
Es posible que desde 2009 no se haya visto un escenario tan complejo como el actual. Rememorando lo que pasó en 2009, tuvimos una contracción de la economía superior al 6% debido a una crisis desatada por la deuda subprime en EE. UU., que se profundizó por nevadas que paralizaron durante semanas la actividad económica de nuestro principal socio comercial y en México, tuvimos el brote de la pandemia H1N1 que generó 5 días de paro total.
A diferencia del 2009, este año tenemos una situación todavía más compleja iniciando por un aletargamiento de las principales economías, conflictos geopolíticos (sobre producción de petróleo), efectos adversos del cambio climático, plagas, pandemias zoosanitarias (fiebre porcina africana) y por último el COVID-19.
Algunos analistas financieros señalan que la economía de México sufrirá la mayor contracción desde el 2009, teniendo un decremento entre 3.0% a 7.0% (último dato de acuerdo con la proyección de J.P Morgan). Asimismo, existe un consenso en que la crisis será un shock temporal ( a pesar de continuar el COVID-19 por varios meses más) y que la economía de México regresará a la senda de crecimiento moderado en 2020. De hecho, parte de la recuperación económica provendrá de la depreciación del peso frente al dólar; sin embargo, el nivel de recuperación no alcanzará el PIB que se tuvo previo a la crisis.
En este marco de incertidumbre, los diversos sub-sectores agroalimentarios viven efectos encontrados. Por una parte, el tipo de cambio que beneficia a las cadenas agroexportadoras impactará a los importadores de materias primas. Otro efecto es que las personas se están aislando, dejando de consumir alimentos en hoteles, restaurantes y servicios de alimentos, adicionadas a las compras de pánico en los canales tradicionales (súper mercados y tiendas de abarrotes). Por otro lado, el precio de los energéticos seguirá disminuyendo y con ello los costos de producción y transporte.
El sector pecuario podría verse afectado por las condiciones de tipo de cambio en las materias primas que consume. El impacto del tipo de cambio ha encarecido el valor de los granos pagados al productor y por otro lado, el valor del ganado bovino presenta una caída que va desde el 11% hasta el 16% a tasa anual (ganado bovino de engorda 1 y 2). Por otro lado, el cerdo tuvo una apreciación por la gran demanda de China al inicio de año, incrementando los precios 6% para el cerdo en granja y 12% en canal en andén a tasa anual; pero en el último mes los precios ha disminuido por la menor demanda de China (que se encuentra en cuarentena) reduciendo el valor del cerdo en pie en granja un 9.3% y un 5.7% al cerdo en canal en andén. Los productores de ganado bovino pueden aprovechar la coyuntura para comprar en pesos ganado y materia prima, procesarlo y enviar cortes o valor agregado el cual sería pagado en dólares y con ello mejorar su posición al tener caja en dólares.
Los productos que presenta un alza relevante son el pollo que ha tenido incremento de 26% del valor del pollo en granja y del 48% en canal a tasa anual. En el último mes, el pollo en granja tuvo incremento del 24% y en canal del 23%. El huevo blanco por su parte respecto al año anterior presenta un incremento en 55% y contra el mes pasado un incremento del 3.3%. El pollo es una de las cadenas que más rápido se ajusta por movimiento en los precios de insumos básicos, además que es una de las proteínas accesibles y con mayor demanda en las cadenas de autoservicios. De igual manera que en los otros sub-sectores, el abasto de producto está garantizado, de hecho, Euromonitor International señala que el abasto en las cadenas de autoservicios es al 100%.
Concluimos que el abasto de alimentos está garantizado dentro de México y las exportaciones siguen fluyendo hacia EE. UU., el cual tiene una política agresiva para garantizar el abasto de alimentos. Los precios, si bien se han movido en algunas cadenas agroalimentarias en el tema de precios al consumidor, no registran aumentos exorbitantes.
De suceder la fase 3 para combatir la propagación del COVID-19, se presentarán retos a corto plazo importantes, ya que es posible que no haya suficientes agricultores y trabajadores a lo largo de las cadenas de valor para poder garantizar el abasto, pero se está trabajando para evitar la ruptura de la cadena de suministro. La preocupación de fondo es sobre la capacidad de las personas de poder adquirir la canasta básica, ahora que muchas personas se encuentran en paro recibiendo el 50% de sus ingresos recurrentes o en algunos casos sin recibir ingresos, ese es el verdadero riesgo para los sub-sectores agroalimentarios de México.
Fuente: Grupo Consultor de Mercados Agrícolas
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