“Me ha venido esta catástrofe en el mejor momento económico que estaba pasando”, cuenta resignado Antonio González, un ganadero de Villaescusa de Haro (Cuenca) al que un brote de viruela ovina ha dejado sin ovejas. El 29 de octubre fue el último día que tuvo animales. Durante 25 días se estuvieron sacrificando sus ovejas una a una hasta sumar 19.938 cabezas. A esto hay que sumar casi otros 8.000 corderos y otras 200 ovejas de otras explotaciones del municipio.

Ninguna volverá a recibir animales hasta como mínimo finales de enero. El protocolo sanitario es muy estricto. Fuentes de la Consejería de Agricultura de Castilla-La Mancha explican que una vez pasados 30 días desde que se han concluido los trabajos de limpieza y desinfección, se introduce un “ganado centinela”, que será el que determine si la explotación está libre del virus. A los 14 días se hace una primera inspección y a los 45 una segunda. Si esta última sale bien, el ganadero podrá reintroducir a todos los animales que quiera y volver a recuperar la normalidad.

La ganadería de González “se parece a un quirófano”, como él mismo describe. “Ahora mismo te estoy haciendo la entrevista desde fuera de la explotación, porque si estoy en mi oficina y veo donde antes estaban las ovejas, me echo a llorar”, cuenta este ganadero con larga experiencia en el sector. Su explotación acogía a dos tipos de raza de oveja: la más característica es la oveja manchega, que recuperará con reses de AGRAMA (Asociación Nacional de Criadores de Ganado Ovino Selecto de Raza Manchega). La otra es la raza lacaune, originaria de Francia. Ya tiene encargadas las nuevas cabezas de ganado, pero recuperarse de este bache económico le llevará años.

“Yo calculo que unos cinco años tardaré en volver a recuperar todo el nivel de producción”, explica. “El primer año se pierde todo. Hasta volver a producir algo, el segundo año, las pérdidas son del 80%, el tercer año del 60%, el cuarto del 40% y el quinto del 20%”, asegura Antonio, propietario también de una quesería en Villaescusa de Haro.

El origen del brote se dio en un cebadero de Granada, según Agricultura. De ahí, un cordero contagiado llegó a un cebadero de Villaescusa de Haro y, como se comparten pastos, el virus saltó de los corderos a las ovejas. Tras haberse detectado el brote, se establecieron unos perímetros de seguridad de uno a tres kilómetros en los pastos y otros a 10 kilómetros para que no se mezclasen reses de explotaciones diferentes. Antonio considera que esta medida “llegó tarde”.

 “Un virus económico”

Villaescusa de Haro vive sobre todo de la ganadería. Antonio ha tenido que despedir a la mayor parte de sus 40 trabajadores. “Hemos hecho un ERTE de un 60% de los empleados y un ERE para el otro 40%”, asegura el ganadero, que ahora mismo tiene a 6 personas en plantilla. “Al resto, los iremos llamando según vayamos recuperando la producción”, añade. La otra explotación ganadera del pueblo ha tenido que despedir a 20 personas, según el alcalde, y parece que la sangría de despidos se ha quedado ahí.

Desabastecimiento de leche

Las casi 20.000 ovejas de González producían 4.500 toneladas de leche al año. El principal destino de toda esta leche eran las queserías de la zona. El ganadero explica que sus principales clientes son una decena de queserías “grandes y pequeñas”, entre las que se encuentran Lactalis ―propietario de marcas como El Ventero o La Lechera― o Entrepinares ―la quesería de Mercadona―. También las hay pequeñas, como Quesos Romero, en Ocaña (Toledo). Su propietario, Justo Romero, no cree que el brote de viruela ovina vaya a suponer un desabastecimiento de leche, pero sí que esta situación contribuye a agravar lo que ya sufren, sobre todo, los pequeños negocios como el suyo. “Los grandes se quedan con toda la leche y los pequeños tenemos problemas para abastecernos”, cuenta. A esta quesería toledana llegaba un camión a la semana de leche de las ovejas de González. Ahora falta ese camión y tienen que buscar una alternativa. Esto hace que también aumente el precio.

González, el ganadero afectado, también posee una quesería en Villaescusa de Haro, que se abastecía de su propia leche. “Afortunadamente, contamos con las cámaras frigoríficas llenas de queso para poder venderlo hasta que a finales de febrero o principios de marzo podamos volver a producir leche y así volver a fabricar queso”, explica. Aun así, cuentan con reservas de este producto para unos 5 meses.

Publicado en El País/España.

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